sábado, 30 de mayo de 2015

Gestión cultural en Veracruz. Instancias, actores, metas y matices.

(Texto leído durante la presentación del libro del mismo título, efectuada en la USBI de la Universidad Veracruzana, en Xalapa, Ver., en el marco del 2° Coloquio  de Investigación "La gestión de lo Cultural: intersecciones entre sociedad y estado", el día 22 de mayo de 2015).

Gestión cultural en Veracruz. Instancias, actores, metas y matices.
Por Óscar Hernández Beltrán.

Agradezco a la Doctora Ahtziri Molina el que me haya invitado a participar en esta ceremonia de presentación. Lo agradezco y lo celebro, porque la lectura de la publicación que hoy nos reúne significa una oportunidad para reflexionar acerca de temas tan relevantes como el enfoque de las políticas públicas en materia de cultura y desarrollo en Veracruz, la participación de los grupos organizados de la sociedad civil en la vida cultural de nuestro estado y los mecanismos de aproximación y análisis que desarrolla un grupo de trabajo en la cada vez más intensa labor académica de la Universidad Veracruzana.
                Dos son, en mi opinión, los aspectos más relevantes de este libro: por un lado, el diagnóstico del estado que guarda la gestión cultural en nuestra entidad, establecido, desde luego, de manera provisional, en espera de que otros trabajos de investigación y reflexión como los que aquí se reúnen permitan confirmar o ampliar las conclusiones que se presentan en esta compilación y, por otro, una crítica pertinente y necesaria a las políticas públicas en materia de cultura, ejecutadas por las entidades responsables de su impulso y fortalecimiento.
                El método utilizado para la elaboración del diagnóstico antes mencionado parte de una caracterización del proceso de transición que convirtió a los antiguos promotores culturales en flamantes gestores culturales. Para explicar dicho proceso se identifica a la promoción de la cultura como una actividad centrada en la lucha por la defensa de la identidad, ya que, en efecto, las ideas de la época concebían a la cultura como el conjunto de manifestaciones que caracterizaban a una sociedad y explicaban centralmente su sobrevivencia. La defensa, el fortalecimiento y la difusión  de la cultura propia, así como la apropiación consciente y sistemática de  las mejores prácticas de las otras culturas eran, en consecuencia, los objetivos  centrales de un promotor cultural.
                El arribo de la idea de la gestión cultural complejizó esa tarea y demandó tres capacidades básicas de los nuevos agentes culturales empeñados en intervenir en los circuitos de producción, circulación y consumo de las manifestaciones culturales: competencias técnicas, habilidades  administrativas y capacidad de intervención en el imaginario social, con miras a posibilitar el establecimiento de nuevas plataformas de  acción a los agentes culturales.
                Para entender el mecanismo de transición que posibilitó en Veracruz el asentamiento de la idea de la gestión cultural, el grupo impulsor del libro que hoy presentamos revisó los contenidos de las acciones de capacitación sobre el tema, llevadas a cabo por las instituciones federales y estatales de cultura. Descubrieron que, mal que bien, con dichas acciones se habían atendido los aspectos relacionados con las competencias técnicas (organización de actividades de difusión cultural, etc.) y las habilidades administrativas (elaboración y manejo de presupuestos, recaudación de fondos, etc.) pero que no se habían abordado o, al menos no suficientemente, los procesos que posibilitan la intervención de los gestores culturales en el imaginario social, con miras a enriquecer y diversificar los anhelos y las expectativas culturales de las comunidades. Lo anterior, supone, desde luego, una carencia grave, pues significa que los aspectos creativos de la gestión de la cultura no son debidamente desarrollados entre nosotros.
                Otro aspecto preocupante del panorama general de la gestión cultural en Veracruz tiene que ver, conforme a lo que se estudia en la obra que presentamos, con la falta de continuidad en las acciones institucionales de impulso a la  cultura. Como puede sospecharse, esta situación es resultado de la intensa rotación de cuadros directivos que, generalmente, suponen la cancelación de proyectos en desarrollo, el establecimiento de nuevos proyectos y, en síntesis, la falta de continuidad en perspectivas y acciones lo que, generalmente, significa desperdicio de recursos y falta de asertividad entre la comunidad de creadores, gestores y custodios del  patrimonio cultural veracruzano y las instituciones encargadas de brindarles atención y respaldo. 
                Por lo que hace a la participación de los gestores culturales independientes, si bien se reconoce que algunos de los grupos de la sociedad civil organizados en torno a las tareas de gestión de la cultura alcanzan con éxito las metas que se imponen, y que incluso han logrado desarrollar acciones de impacto cultural que suelen trascender las fronteras estatales y nacionales, también es cierto que se advierte en varios de ellos poca claridad en cuanto a sus objetivos, estrategias precarias de reproducción y una cierta tendencia a depender de los apoyos que brindan los programas institucionales, lo que debilita su impacto cultural y compromete su independencia.
                Permítaseme declarar aquí mi adhesión central a los puntos nodales del diagnóstico esbozado en Gestión Cultural en Veracruz. No obstante, y abusando de mi condición de lector invitado y de la paciencia de todos ustedes, quisiera señalar algunos aspectos y algunas circunstancias que podrían matizar, aunque fuera levemente uno de los presupuestos antes señalados, en el entendido, claro está, de que mi lectura del texto no está demasiado alejado de los contenidos de la obra.
                En primer lugar, quisiera decir que, en efecto, la intervención en el campo de lo simbólico colectivo no es una práctica constante ni sistemática en las instancias públicas de impulso a la cultura. No obstante creo que, como lo reconoce el libro, algunas propuestas de política cultural han resultado sorpresivamente constantes a lo largo del tiempo y que los efectos culturales que los programas y los proyectos que tales propuestas generan entre la sociedad veracruzana pueden constatarse cabalmente.
                El libro que hoy nos congrega menciona como un ejemplo de tal perduración a la Feria del Libro Infantil y Juvenil que cada año se lleva a cabo en Xalapa. Quisiera mencionar otro, si me lo permiten: la convicción de que Veracruz forma pare del Caribe. La frase ahora canónica “Veracruz también es Caribe” fue lanzada como propuesta por el Instituto Veracruzano de la Cultura desde su fundación, hace 28 años. Entonces provocó desdén y enojo entre ciertos sectores ilustrados de la Ciudad de Veracruz. Hoy, merced a la realización de una gran cantidad de foros, publicaciones y presentaciones artísticas, la idea de que los veracruzanos formamos parte de lo que Antonio García de León denomina el circuncaribe, es algo plenamente aceptado y asumido por amplio sectores de la sociedad porteña.
                Creo que los ejemplos podrían multiplicarse y  comprenderían prácticas tan diversas como  el establecimiento de centros culturales en los municipios, la refuncionalización de diversos objetos artesanales o la incorporación de foros de reflexión en fiestas patronales, prácticas todas ahora comúnmente aceptadas, pero que en su momento significaron propuestas novedosas, impulsadas desde las instituciones de la cultura siempre, por fortuna, con el apoyo entusiasta de sectores de la sociedad civil independiente.
                No me resta sino saludar al grupo de trabajo que hoy da a conocer esta publicación, felicitarlo por su iniciativa de colocar en la red los resultados de sus procesos de investigación, lo que seguramente les permitirá una penetración mucho mayor que la que posibilitan otras plataformas, y expresar mi reconocimiento a los autores de los ensayos que integran este volumen, porque cada uno de ellos logró resolver con objetividad, claridad y sencillez la difícil tarea de elucidar aspectos de la gestión cultural actual de Veracruz y conformar con ello un panorama que, sin duda alguna, constituye un sólido punto de partida para ulteriores reflexiones en torno a este importante tema. Espero sinceramente que otras entidades académicas y otros sectores de esta misma Universidad vuelvan sus ojos hacia esta importante actividad social, ya que en su valoración objetiva se cifran muchas de las posibilidades de alcanzar la convivencia democrática y pacífica a la que aspiramos todos los mexicanos. Enhorabuena.

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